Hay un anhelo silencioso en mi corazón, uno que me ha seguido desde que tengo uso de razón. No es ruidoso ni exigente: es suave, paciente ...
Hay un anhelo silencioso en mi corazón, uno que me ha seguido desde que tengo uso de razón. No es ruidoso ni exigente: es suave, paciente y persistente, como un susurro que nunca se desvanece. Soy solo un alma que deambula por este vasto y caótico mundo, en busca de un amor que siempre parece estar fuera de mi alcance.
He tratado de entender por qué el amor se me escapa, por qué lo siento como un espejismo que desaparece en el momento en que me acerco demasiado. Me he preguntado si hay algo mal en mí, algo que me falta, algo que me hace indigno de la conexión que tanto anhelo.
Veo que otros encuentran el amor tan fácilmente. Observo cómo construyen vidas llenas de risas compartidas, miradas robadas y el consuelo de saber que tienen a alguien que realmente los ve. Y por mucho que intento alegrarme por ellos, una parte de mí sufre de envidia.
Porque yo también quería que me vieran. Quiero ser amado no por lo que puedo dar o por mi apariencia, sino por quién soy: defectos, miedos, sueños y todo. Quiero que alguien me elija, no por conveniencia, sino porque su alma se siente como en casa con la mía.
Pero la espera es solitaria. El silencio es ensordecedor. Y el vacío es abrumador. Cada día que pasa sin amor se siente como un pequeño recordatorio de que tal vez no sea para mí, que tal vez esté destinado a recorrer este camino solo.
Y, sin embargo, en lo más profundo de mi soledad, todavía tengo esperanza. Sigo creyendo en el amor, aunque parezca que nunca llegará. Quizás eso es lo que me hace humano: esta fe inquebrantable en algo que nunca conocí.
Para cualquiera que sienta lo mismo, que se sienta como un alma a la deriva, buscando el amor en un mundo que se siente tan indiferente, sepan que no están solos. Tu anhelo es válido. Tu dolor es real. Y tu corazón está bien, incluso si parece que nadie lo ve.
Quizás el amor que buscamos comience dentro de nosotros mismos. Quizás la conexión más grande que podamos encontrar sea la que forjamos con nuestro propio corazón. No borrará el anhelo ni el dolor, pero podría recordarnos que somos suficientes, incluso sin el amor que buscamos.
No sé cuándo ni si llegará el amor. Pero sí sé esto: somos almas que sentimos profundamente, que anhelamos la conexión, que nos aferramos a la esperanza incluso ante la desesperación. Y eso, en sí mismo, es una especie de belleza.
Así que seguiré vagando, seguiré esperando, seguiré creyendo. Porque aunque el amor se sienta lejano, sé que mi corazón es lo suficientemente fuerte como para seguir buscando. Y tal vez, sólo tal vez, sea suficiente por ahora.
COMMENTS